lunes, 7 de mayo de 2012

Palabras del Padre Luís Ugalde al recibir la Orden "San Alberto Hurtado" de parte de la Universidad Católica "Cecilio Acosta", en Acto de Grado celebrado el día 4 de mayo de 2012.

Excmo. Mons. Ubaldo Santana, Arzobispo de Maracaibo y Canciller de la Universidad Católica Cecilio Acosta, Dr.  Ángel Lombardi, Rector de la Universidad.
Autoridades y Distinguidos miembros del Presidium
Profesoras y profesores
Graduandos y familiares
Señoras y Señores
AGRADECIMIENTO
Quiero expresar mi sentida gratitud al Consejo Universitario de esta Universidad Católica Cecilio Acosta y a su distinguido rector Dr. Ángel Lombardi la decisión de otorgarme la Orden San Alberto Hurtado, un santo hermano jesuita latinoamericano contemporáneo, que para todos nosotros significa un extraordinario ejemplo e invitación para poner la luz del Evangelio en el corazón de la ciudad, de la universidad y de las heridas de la pobreza y de la exclusión,  que no se curan con sólo crecimiento económico exitoso. Desde el comienzo de esta universidad me he sentido muy vinculado a ella y a todo el enorme esfuerzo educativo que la Iglesia católica viene realizando en Venezuela con resultados extraordinarios. Considero esta distinción como reconocimiento y estímulo a todos los que con mucha mística y pocos recursos materiales trabajamos para que la luz de Cristo ilumine también el mundo universitario.
Celebro la feliz coincidencia de este conferimiento con el acto de graduación que corona sus carreras. Luego de un enorme y sostenido esfuerzo exitoso, ustedes salen con ilusión a un mundo retador con una licenciatura en educación de sello católico. Esto me permite compartir con ustedes graduandos, con sus familiares y con toda la comunidad universitaria algunas reflexiones y mensajes de S. Alberto Hurtado.
I ¿Basta sólo la racionalidad instrumental?
Todavía están frescas las lecturas litúrgicas de la Semana de Pascua  donde vemos a la primera comunidad cristiana salir a la plaza pública. Lo hace venciendo el miedo a quienes mataron a su Maestro y a la vez fortalecidos por la experiencia de ver y sentir a Jesús Resucitado y puesto por Dios como Salvador para todos.  Salen a hablar y a vivir lo que han experimentado: que la muerte, el dominio del mal y el sin sentido de la vida, han sido vencidos por el amor de Dios en Jesús, que entrega su vida. Anuncian  que la Humanidad se salva en la medida en que acepta y vive la vida como amor y servicio mutuo. Pero los sabios y entendidos de su tiempo  prohíben a los apóstoles hablar en nombre de Jesús, pues ellos son ignorantes y seguidores de quien ha sido ejecutado en la cruz como un malhechor. Ellos reconocen que son ignorantes, pero con la experiencia extraordinaria del Resucitado y la convicción de que Dios ha puesto a ese Justo para salvación de todos. Ellos quieren transmitir esta evidencia y dar la vida, y su mensaje se propaga incontenible como una hoguera, a pesar de cárceles y prohibiciones.
Hoy también la racionalidad instrumental pretende excluir de la Universidad toda otra dimensión humana, pues consideran que sólo ella bastaría. Nosotros como cristianos y universitarios reconocemos y ejercemos la racionalidad como importante para la vida y el desarrollo humano integral, pero al mismo tiempo sabemos que para su uso positivo esos saberes instrumentales y técnicos necesitan de la sabiduría  y el corazón humano. Decimos que la racionalidad por sí sola es ciega y en sí misma no tiene capacidad de discernimiento ni decisión para ponerse  al servicio de la vida, del sentido y de la justicia. Con una racionalidad sin brújula el mundo tiene otros dioses como el poder, el dinero y el placer con criterios exclusivamente utilitarios y de individualismo hedonista. Nosotros reconocemos que el mundo necesita el poder político y el éxito económico, pero no como dioses, sino como instrumentos al servicio de la vida y de la dignidad humana. Es decir, ponemos por delante de todo lo instrumental y como un fin superior, la dignidad de las personas  y la devolución de ella a los excluidos. Por eso nos proclamamos Universidad Católica que afirma y cultiva la razón y la ciencia y a la vez nos acerca al corazón del mundo donde peligra vida humana. Estamos en el mundo, no como espectadores ni como neutrales, sino como humanizadores de un mundo lacerado, tanto por la pobreza heredada del pasado, como por las pobrezas humanas del futuro que nos traen las sociedades desarrolladas con los actuales modelos.
II  El ejemplo de San Alberto Hurtado
Aquí es donde San Alberto Hurtado es un ejemplo que ilumina y nos reta. Permítanme contarles un solo día de su vida que nos aclara lo que quiero decir. Alberto Hurtado en 1944 era un joven sacerdote jesuita chileno, bien formado en el país y en universidades extranjeras. Era capellán y orientador del movimiento de jóvenes de Acción Católica, en una Iglesia bastante conservadora. Trataba de abrirles los ojos a la pobreza, a la injusticia y a la responsabilidad cristiana de buscar soluciones. En octubre de 1944 en un retiro a 50 señoras explicando el evangelio de la multiplicación de los panes emocionado les dijo: “Tengo algo que decirles. ¿Cómo podremos seguir así? Anoche no he dormido y creo que a ustedes les hubiera pasado lo mismo al ver lo que me tocó ver. Iba llegando a “San Ignacio” cuando me atajó un hombre en mangas de camisa, a pesar de que estaba lloviznando. Estaba demacrado, tiritando de fiebre. Ahí mismo, a la luz del farol, vi cómo tenía las amígdalas inflamadas. No tenía dónde dormir y me pidió que le diera lo necesario para pagarse una cama en una hospedería. Hay centenares de hombres así en Santiago y son todos hermanos nuestros, hermanos realmente, sin metáfora. Cada uno de esos es Cristo. ¿Y qué hemos hecho por ellos? ¿Qué ha hecho la Iglesia Católica en Chile por esos hijos que andan por las calles bajo la lluvia y duermen en las noches de invierno en los huecos de las puertas y suelen amanecer helados? Esas cosas pasan en un país cristiano; esta noche  un mendigo puede morir a la puerta de la casa de cualquiera de Uds. ¡Qué bueyes somos los católicos, qué dormidos, qué poco inquietos por la solidaridad social! ¡Todo son dificultades, tropiezos, escándalos! Los protestantes, en cambio, son los únicos en Chile que se han preocupado de este problema y el Ejército de Salvación tiene hospederías para los pobres. Hace unos días no más, ellos hicieron una colecta pública para seguir ayudando a los indigentes. ¡Qué vergüenza para nosotros!  Una persona me escribió a raíz de ese hecho haciéndome ve cómo los protestantes nos pedían - ¡a nosotros los católicos! - para los pobres que ellos cuidan porque nosotros los hemos olvidado” (Ver El Padre Hurtado. Alejandro Magnet p.199. Editorial Los Andes. Santiago 2003)
Tal fue la convicción del padre y la impresión de las señoras, que allí mismo juntaron las primeras limosnas  y meses después nació la obra del HOGAR DE CRISTO para atender a los niños y adultos de la calle.  La obra era de Dios y se convirtió en árbol frondoso, atendiendo a múltiples formas de indigencia, de enfermedad  y de necesidad.  Hoy atiende  a 73.000 personas al día en 46 centros en Chile y tiene 600.000 socios colaboradores que permiten un presupuesto de 87 millones de dólares al año. Así mismo, la Iglesia Católica chilena en las décadas siguientes desarrolló una labor social extraordinaria guiada por la doctrina social de la Iglesia y animada por la levadura del Evangelio.
De manera similar, diez años después en nuestro país  nació la obra prodigiosa de Fe y Alegría del encuentro de unos jóvenes católicos universitarios con los niños carentes de escuela en un barrio pobre de Caracas. Hoy Fe y Alegría atiende a millón y medio de educandos en 18 países. Es la fuerza del Espíritu de Jesús que en este mundo concreto nos interpela en los rostros de los más necesitados y nos solidariza con ellos..
Pero no se trata sólo de aliviar necesidades, sino de transformar la sociedad y ello requiere una preparación universitaria dotada de cabeza, de corazón y de manos para actuar. Ustedes estudian las mismas carreras que otros, pero la Universidad Católica cultiva la sabiduría que acerca los saberes a la vida de los necesitados y alienta las alianzas entre el mundo profesional y el mundo de los más necesitados. Esto no ha pasado de moda. Hoy más que nunca Venezuela nos lo reclama. Para ello la Universidad Católica muy decididamente en todos nuestros países tiene que fomentar de manera sistemática y organizada este encuentro vital de formadores y formandos con los rostros concretos de los excluidos como esa noche se encontró y fue interpelado el P. Hurtado  por el hombre con fiebre y necesitado de alojamiento.
Educadores, yo los felicito porque salen con preparación, ilusión y compromiso a este mundo que pide a gritos una transformación, en un país con abundantes recursos materiales pero requiere millones de cabezas, corazones y manos para transformar la exclusión y la pobreza en esperanza y vida.
Que Dios los bendiga en la nueva etapa que emprenden hoy.
Luis Ugalde, s.j.
Universidad Cecilio Acosta Maracaibo, 4 de mayo de 2012

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