jueves, 16 de abril de 2009

Fe y café

A todos los venezolanos
Andrés Bravo
Capellán de la UNICA


¿Cómo quedar indiferente ante una realidad social que continuamente nos interpela, y cada vez con mayor fuerza? Es como si mi casa se estuviera cayendo y me saliera para salvarme egoístamente sin importarme mi familia. Ciertamente, nuestra Patria se derrumba y, aunque nos hagamos los tontos, siempre caerá sobre nuestras cabezas sus escombros. Responder oportunamente, con la urgencia debida, responsabilidad y competencia, es el llamado a todos los venezolanos.
Sin miedo. Crear temor es el arma propia de un opresor atemorizado. Esta es nuestra primera lucha: vencer el miedo. Recuerden que fue Nerón quien prendió fuego la ciudad de Roma y acusó a los cristianos del hecho. Es la manera más cobarde de eliminar la fuerza liberadora del pueblo. Acusar, perseguir, criminalizar para descalificar. Cuando nació Jesús los pobres se alegraron porque se acercaba su liberación, recibieron con alegría la buena noticia. Sin embargo, Herodes templó con todo su poder. El niño nacido en Belén llenó de temor al opresor, su régimen se vio amenazado. El amanecer estaba llegando para el pueblo. El temor del mandatario le llevó a asesinar niños, con la pretensión de eliminar a Jesús. Más tarde le crucificaron, pero nosotros tenemos seguridad que resucitó y venció. Esta es la fe que nos mueva a vencer el mal a fuerza de bien, como dice San Pablo. No hay dudas, los jóvenes venezolanos y el pueblo con ellos son perseguidos y calumniados por causa de la liberación de nuestra Patria. Llegó el momento de alzar las cabezas porque está próxima nuestra liberación. Ni Nerón ni Herodes construyeron nada, fueron derrotados. Las causas de la muerte mueren, es la causa por la vida digna la que siempre ha triunfado, como lo sentenciaba Gandhi.
No podemos vencer sin solidaridad. La solidaridad es el arma propia de un pueblo liberador. Parafraseando las sencillas pero sabias palabras de Mons. Leonidas Proaño (1910-1989) Obispo de Riobamba (Ecuador), cuando un pobre se une con otro pobre, y entre sí unen sus anhelos de lucha, todo es posible. La solidaridad es reconocer que somos valiosos, pero eso me lleva a vivir mis valores con los otros. Es reconocer que los demás son también valiosos y necesito de sus valores para construir unidos una sociedad justa y libre. La solidaridad me exige además dejar a un lado mis intereses individuales o de mi grupo. Por encima de cualquier ideología o partido, está el ser humano. Esto nos lleva, a su vez, a una organizarnos efectiva, que incluya a todos.
En este punto la Iglesia en Venezuela nos ilumina con un maravilloso documento del Concilio Plenario titulado: “La Contribución de la Iglesia a la gestión de una nueva sociedad”. Aquí nos ofrece una sencilla reflexión sobre nuestra tarea actual, ante la situación de opresión que vive nuestra gente. Para Ella, el amor “es el alma de la solidaridad y de toda acción de servicio a la fraternidad, la justicia y la paz”. Este amor predicado por Jesús y por su Iglesia, se expresa concretamente en la lucha solidaria por la liberación. Es hora, pues, de “volcarse con la fuerza del amor a una intensa y eficaz acción transformadora de la sociedad, saliendo de círculos cerrados”. Es aquí donde la Iglesia toma partido, no por ideología alguna, sino a favor preferencial por los más pobres, que son los que más sufren la fuerza maligna de la opresión del régimen. Se trata de tener una actitud firme y valiente de solidaridad con los que más sufren, por los marginados.
Pero, a la hora de plantearnos con seriedad la construcción de una nueva sociedad para todos y cada uno de los venezolanos, que no fabrique marginados ni nos lleve a la perdida de la libertad, debemos “tener claro que todo lo que se plantea como objetivo o ideal de sociedad debe ser viable, aunque sea difícil lograrlo”. Además, se nos exige “buscar pistas propias, con cierta originalidad, rechazando la mera imitación”. Ni el modelo capitalista liberal ni el socialismo marxista, nos han proporcionado una verdadera y humana alternativa. Ni la mezcla de ellos o tercera opción, como la quieren llamar. Lo importante es que Venezuela sea habitable para la vida digna del ser humano. Donde podamos existir en condiciones de vida más humana. Donde el trabajo sea un medio de crecimiento cualitativo que nos realice como persona y corresponda a la vocación de cada uno. En esta nueva sociedad no nos debe obligar la necesidad, nos debe mover el bien común. “Esto explica, enseña el referido documento eclesial, el por qué la mera acumulación de bienes y servicios no basta para obtener la auténtica felicidad, sino que es un elemento que se debe integrar en el crecimiento espiritual, personal y social de los seres humanos. Por tanto, el orden económico y la actividad política deben estar orientados a asegurar y promover la dignidad y felicidad de toda la humanidad, según el principio, ya enunciado, de que la economía debe estar al servicio del hombre y de todos los hombres”.