viernes, 6 de septiembre de 2013

El Padre Vílchez, un Pastor en bicicleta

León Magno Montiel
Sabor Gaitero

 
“Nacimos pequeños y ya llenamos la tierra.
Al principio fue la semilla, ahora,
es la planta grande y esplendorosa.
Y todo, decíamos admirados, es obra tuya”.

Pedro Trigo S.J. (España, 1940)

Su llegada por la trilla principal de San Francisco, montado en una vieja bicicleta, causó gran revuelo entre los parroquianos. No sólo por el polvorín que se levantó del arenal reseco como una costra en la piel de un reptil, sino por estar vestido con sotana negra y una tirilla blanca, reluciendo en su cuello. Era un individuo muy delgado, de pronunciadas entradas, su rostro lo coronaba una sonrisa de niño. Eran mediados del año 1953, llegaba el clérigo Luis Guillermo Vílchez Soto, oriundo del caserío El Caimito en el municipio Miranda, el cuarto hijo de un pescador llamado Desiderio Vílchez y la maestra Josefa Soto. Lo recibía el pueblito de abnegados cebolleros y piragüeros, distinguido con el nombre del santo más parecido a Jesús de Nazareth: Francisco de Asís, el humanista creador del pesebre navideño, el mayor ejemplo de austeridad y entrega a sus semejantes, en la historia de la humanidad. El joven sacerdote Luis Guillermo llegaba para regir los destinos de esa comunidad católica sureña.

Ese mes de julio del año 53, comenzaba su período de ocho anuarios frente al país el General Marcos Pérez Jiménez. El curita Vílchez apenas tenía 29 años de edad, se había ordenado en la Catedral de Maracaibo, ante Monseñor Marcos Sergio Godoy, el 5 de diciembre de 1948. Asumía la responsabilidad de ser párroco de una iglesia casi en ruinas, la que levantó y le dio jerarquía de Basílica Menor cinco décadas después. Allí permaneció por 60 años, realizando una fecunda siembra cristiana. El templo estaba ubicado frente a la plaza “Rafael Urdaneta”, diagonal a la vetusta escuela “Mariscal de Ayacucho”, construida por iniciativa del erudito Jesús Enrique Lossada, inaugurada en 1937, justo en el camino que llevaba a la parroquia fundacional: El Bajo. Entonces, San Francisco era un territorio bucólico, campo fértil para las hortalizas, tenía criaderos de caballos y perros imponentes de la raza pastor alemán, que fungían como cuidadores de rebaños. Cual mastines, resguardaban el ganado ovino.

Desde niño, Luis Guillermo manifestó su gusto por los deportes, en especial, el baloncesto y el beisbol. Los practicaba, los impulsaba en su comunidad. Luego de ordenado, estuvo asistiendo como sacerdote a la comunidad de Isla de Toas durante un lustro. Allí conformó los primeros equipos isleños en esas disciplinas. Él promovía la práctica deportiva como un vehículo de sano esparcimiento, útil en la preservación de la buena salud y el sentido de equipo. Estaba convencido de que ayudaba a crear conciencia de ser miembros de un colectivo, y a tener una actitud colaborativa con los conciudadanos.

El padre Vílchez había realizado sus rigurosos estudios de filosofía y teología en Caracas, era un asiduo lector. En la soledad de su casa cural, rodeado de palmeras y un ceibal, devoraba antiguas novelas de caballería, poemas del siglo de oro, biografías de hombres con vidas edificantes, salmos y encíclicas. Sin embargo, tenía una alta valoración y afecto por la cultura popular zuliana: la gaita y la danza. Esa devoción por nuestro folclor lo llevó a fundar cuatro agrupaciones gaiteras. La primera fue el Conjunto San Francisco en 1962, con ellos grabó el clásico “La mujer maracaibera” en los estudios de Radio Catatumbo; fueron pioneros en ese mundo del vinilo y acetatos:

“En la tierra de Rafito
las mujeres son hermosas
que brillan como las rosas
prendidas del infinito”

En 1968 impactaron en las emisoras de todo el país con la gaita “Nuestra bandera” de la autoría de Euro Morán, cantada por su hermano Emiro Morán:

“Bandera anunciadora de regocijo
llevada por la mano de los zulianos
trillando los caminos venezolanos
para cantar la gloria de nobles hijos”

Cuando presentaba a su conjunto, el Padre Vílchez, con singular maestría, solía recitar los estribillos que iban a interpretar. Uno de sus preferidos era este:

“Hagamos de la gaita nuestra bandera
compañera por siempre del marabino
que vaya abriendo rutas y haciendo amigos
por los anchos caminos de Venezuela
desde el hermoso lago del Catatumbo
hasta el inmenso llano y la cordillera”

En 1972 crea la agrupación infantil Zagalines del Padre Vílchez. Para su nombre tomó el vocablo de origen árabe, zagal, que significa joven pastor. La agrupación conformada por adolescentes, todos alrededor de 11 a 13 años, tuvo un éxito resonante. Ellos grabaron temas de importantes compositores, autores consagrados, como Astolfo Romero, Ramón Rincón, Luis Ferrer, Jairo Gil.

Con Los Zagalines, el Padre Vílchez recorrió buena parte de Venezuela, hizo una gira a Monterrey, México. Dejó un catálogo gaitero con más de 50 éxitos que tiene absoluta vigencia, y sigue siendo la nota de inspiración de las agrupaciones infantiles actuales.

Esos gaiteritos crecieron, se hicieron mujeres y hombres comprometidos con la gaita. En 1977 aceptaron el llamado del Padre Vílchez para crear una nueva agrupación, más madura, que llamaría Los Zagales, con figuras de la talla de Daniel Méndez, las hermanas Merly y Magda Guerra, Alberto León y Panchito Fuenmayor como director musical. Los acompañó una pléyade importante de compositores, donde destacaron Miguel Ordoñez, el psicólogo Carlos Narváez Malavé, Jairo Gil, y el propio Luis Guillermo Vílchez Soto. Con esa, su tercera agrupación gaitera, en el álbum “Un siglo de amor”, realizó la despedida poética a su madre Josefa “Mavieja”, la querida maestra de Los Puertos de Altagracia, quien murió a los cien años de edad:

“Ya presiento tu partida
y estoy preparando el viaje
una gaita será el traje
con que lucirás vestida.
Cinco antorchas encendidas
dispuestas para alumbrar,
un sacerdote, un altar
para guiar tu camino
hacia el eterno divino
donde nos vas a esperar”

En 1989 creó su cuarta agrupación, Las espiguitas del Padre Vílchez. Nacieron de su escuela en la parroquia San Francisco, con instrumentistas de la calidad de José “Pokemón” Ferrer, Germán Ávila Jr., Ramir Salazar. Los cantantes eran, en su mayoría, los nietos e hijos de Los Zagalines pioneros de los años 70.

En las cuatro agrupaciones que creó el Padre Vílchez, él fungió como animador, era su presentador estelar. Poseía un gran carisma, humor y verbo de sabio orador. Esa destreza para animar, lo llevó a realizar en 1987 un programa de televisión en la planta Niños Cantores Televisión. A ese espacio lo llamó “Catacumba”, en homenaje a los primeros cristianos perseguidos y asediados por los romanos, quienes se refugiaban en los cementerios, en sus cámaras subterráneas, llamadas catacumbas. “Catatumba por NCTV” fue un buen programa de preguntas culturales, ameno concurso basado en la historia bíblica. Una vez más, el Padre Vílchez demostró su don de comunicador innato. Además, era un gran humorista, excelente contador de chistes. Si usted lector, coloca en la red You Tube “Chistes del Padre Vílchez” se sorprenderá, no sólo por la cantidad que aparecen, sino por su genialidad al contarlos.

Un chiste del Padre Vílchez

El Padre Vílchez cuenta un chiste en el programa Con Enrique y Los Gaiteros

Están vivos en la memoria colectiva, los programas realizados junto a su fraterno amigo Ramón Soto Urdaneta en Radio Popular 700AM. Tertulias que conllevaban una brillante defensa de nuestra identidad musical, con absoluto respeto a nuestros valores musicales y a la gaita genuina.

El inconmensurable aporte del presbítero Vílchez Soto, estuvo direccionado en tres áreas de gran impacto en la vida sanfranciscana. La primera, la mística-religiosa, su apostolado cristiano, su égida como párroco sureño. La segunda, en el área de la educación primaria y secundaria, que brindó con gran calidad. La tercera, en la cultura y el folclor, él logró rescatar y promocionar la gaita. Era un sacerdote con una gran visión social, con una praxis transformadora en la educación. La concebía como la auténtica formación integral de la persona y la gestora de su liberación. Ese concepto lo concretó en la creación de la escuela y el liceo de San Francisco, con un alto nivel de exigencia educativa, con rigurosa disciplina y formación humanística.

Como ministro de Dios, alcanzó la jerarquía de Monseñor, recibió los homenajes más emotivos de su feligresía, de los servidores marianos, la jerarquía eclesial. Fue capellán del Papa Juan Pablo II. La grandeza de su apostolado cristiano y cultural se reflejó en el tema que escribió en el año 2004 Carlos Luis González, con música de Renato Aguirre, titulado “Canción de bronces”. Su intérprete fue su sobrina Priscarlina Vílchez:

“Hace tiempo un soñador
tomó senderos cristianos
y en pueblo sanfranciscano
su humildad sembró una flor
y fue cultivando amor
entre espigas musicales
Zagalines y Zagales
brotaron cual manantiales
de los surcos del folclor”

Ese año, mi voto, tanto en el Festival “El Zulia elige la Gaita del Año”, como el Premio “Virgilio Carruyo”, fue por ese tema, por su belleza poética y su giro melódico, y por ser un justo reconocimiento a la labor pastoral que había realizado “el socio, el curita”. Entonces, había llegado a 50 años de misión pastoral, desde su arribo de la Costa Oriental, montado en su vieja bicicleta, entre la tolvanera y la agitación de los parroquianos.
El estribillo de esa gaita, interpretado por Las Espiguitas, lo describe como ser espiritual, premiado con el don de la longevidad:

“Canción de bronces, misa de once
palabra santa, que al alma imantan
y en los confines Los Zagalines
sus gaitas cantan.
Alma de niño, canas de armiño
visten su pelo, su piel fruncida,
pero su vida, vibra de anhelo”

La tarde del 30 de agosto de 2013, el corazón de Monseñor Luis Guillermo Vílchez se detuvo, terminó su recorrido de 89 años por las trillas de Dios y de la rada sureña. El corredor vial que lleva su nombre se vio vacío, mientras sonaban los bronces del campanario que anunciaban su deceso. El curita que dedicó seis décadas a la transformación de San Francisco, pueblo donde sembró la palabra de Cristo y hermosos versos gaiteros, y que lo vería marcharse para siempre. Dejó sus enseñanzas, su legado espiritual y su música. Motivó el orgullo de sentirse sanfranciscano y de ser digno habitante de una ciudad con gente de múltiples talentos: artistas, artesanos, pescadores e intelectuales que reconocen su talente de pionero. Reforzó la autoestima del sureño genuino.

A él, le ofrendamos nuestro llanto desde la hondura de la tristeza, para después celebrar su legado, su larga y fecunda visita. La semilla que sembró, ahora es planta grande y esplendorosa, llenando la tierra, como bien dijera el salmista Pedro Trigo SJ.
Quizá, ahora el curita esté recorriendo cielos lejanos en su vieja bicicleta.

lunes, 7 de mayo de 2012

Palabras del Padre Luís Ugalde al recibir la Orden "San Alberto Hurtado" de parte de la Universidad Católica "Cecilio Acosta", en Acto de Grado celebrado el día 4 de mayo de 2012.

Excmo. Mons. Ubaldo Santana, Arzobispo de Maracaibo y Canciller de la Universidad Católica Cecilio Acosta, Dr.  Ángel Lombardi, Rector de la Universidad.
Autoridades y Distinguidos miembros del Presidium
Profesoras y profesores
Graduandos y familiares
Señoras y Señores
AGRADECIMIENTO
Quiero expresar mi sentida gratitud al Consejo Universitario de esta Universidad Católica Cecilio Acosta y a su distinguido rector Dr. Ángel Lombardi la decisión de otorgarme la Orden San Alberto Hurtado, un santo hermano jesuita latinoamericano contemporáneo, que para todos nosotros significa un extraordinario ejemplo e invitación para poner la luz del Evangelio en el corazón de la ciudad, de la universidad y de las heridas de la pobreza y de la exclusión,  que no se curan con sólo crecimiento económico exitoso. Desde el comienzo de esta universidad me he sentido muy vinculado a ella y a todo el enorme esfuerzo educativo que la Iglesia católica viene realizando en Venezuela con resultados extraordinarios. Considero esta distinción como reconocimiento y estímulo a todos los que con mucha mística y pocos recursos materiales trabajamos para que la luz de Cristo ilumine también el mundo universitario.
Celebro la feliz coincidencia de este conferimiento con el acto de graduación que corona sus carreras. Luego de un enorme y sostenido esfuerzo exitoso, ustedes salen con ilusión a un mundo retador con una licenciatura en educación de sello católico. Esto me permite compartir con ustedes graduandos, con sus familiares y con toda la comunidad universitaria algunas reflexiones y mensajes de S. Alberto Hurtado.
I ¿Basta sólo la racionalidad instrumental?
Todavía están frescas las lecturas litúrgicas de la Semana de Pascua  donde vemos a la primera comunidad cristiana salir a la plaza pública. Lo hace venciendo el miedo a quienes mataron a su Maestro y a la vez fortalecidos por la experiencia de ver y sentir a Jesús Resucitado y puesto por Dios como Salvador para todos.  Salen a hablar y a vivir lo que han experimentado: que la muerte, el dominio del mal y el sin sentido de la vida, han sido vencidos por el amor de Dios en Jesús, que entrega su vida. Anuncian  que la Humanidad se salva en la medida en que acepta y vive la vida como amor y servicio mutuo. Pero los sabios y entendidos de su tiempo  prohíben a los apóstoles hablar en nombre de Jesús, pues ellos son ignorantes y seguidores de quien ha sido ejecutado en la cruz como un malhechor. Ellos reconocen que son ignorantes, pero con la experiencia extraordinaria del Resucitado y la convicción de que Dios ha puesto a ese Justo para salvación de todos. Ellos quieren transmitir esta evidencia y dar la vida, y su mensaje se propaga incontenible como una hoguera, a pesar de cárceles y prohibiciones.
Hoy también la racionalidad instrumental pretende excluir de la Universidad toda otra dimensión humana, pues consideran que sólo ella bastaría. Nosotros como cristianos y universitarios reconocemos y ejercemos la racionalidad como importante para la vida y el desarrollo humano integral, pero al mismo tiempo sabemos que para su uso positivo esos saberes instrumentales y técnicos necesitan de la sabiduría  y el corazón humano. Decimos que la racionalidad por sí sola es ciega y en sí misma no tiene capacidad de discernimiento ni decisión para ponerse  al servicio de la vida, del sentido y de la justicia. Con una racionalidad sin brújula el mundo tiene otros dioses como el poder, el dinero y el placer con criterios exclusivamente utilitarios y de individualismo hedonista. Nosotros reconocemos que el mundo necesita el poder político y el éxito económico, pero no como dioses, sino como instrumentos al servicio de la vida y de la dignidad humana. Es decir, ponemos por delante de todo lo instrumental y como un fin superior, la dignidad de las personas  y la devolución de ella a los excluidos. Por eso nos proclamamos Universidad Católica que afirma y cultiva la razón y la ciencia y a la vez nos acerca al corazón del mundo donde peligra vida humana. Estamos en el mundo, no como espectadores ni como neutrales, sino como humanizadores de un mundo lacerado, tanto por la pobreza heredada del pasado, como por las pobrezas humanas del futuro que nos traen las sociedades desarrolladas con los actuales modelos.
II  El ejemplo de San Alberto Hurtado
Aquí es donde San Alberto Hurtado es un ejemplo que ilumina y nos reta. Permítanme contarles un solo día de su vida que nos aclara lo que quiero decir. Alberto Hurtado en 1944 era un joven sacerdote jesuita chileno, bien formado en el país y en universidades extranjeras. Era capellán y orientador del movimiento de jóvenes de Acción Católica, en una Iglesia bastante conservadora. Trataba de abrirles los ojos a la pobreza, a la injusticia y a la responsabilidad cristiana de buscar soluciones. En octubre de 1944 en un retiro a 50 señoras explicando el evangelio de la multiplicación de los panes emocionado les dijo: “Tengo algo que decirles. ¿Cómo podremos seguir así? Anoche no he dormido y creo que a ustedes les hubiera pasado lo mismo al ver lo que me tocó ver. Iba llegando a “San Ignacio” cuando me atajó un hombre en mangas de camisa, a pesar de que estaba lloviznando. Estaba demacrado, tiritando de fiebre. Ahí mismo, a la luz del farol, vi cómo tenía las amígdalas inflamadas. No tenía dónde dormir y me pidió que le diera lo necesario para pagarse una cama en una hospedería. Hay centenares de hombres así en Santiago y son todos hermanos nuestros, hermanos realmente, sin metáfora. Cada uno de esos es Cristo. ¿Y qué hemos hecho por ellos? ¿Qué ha hecho la Iglesia Católica en Chile por esos hijos que andan por las calles bajo la lluvia y duermen en las noches de invierno en los huecos de las puertas y suelen amanecer helados? Esas cosas pasan en un país cristiano; esta noche  un mendigo puede morir a la puerta de la casa de cualquiera de Uds. ¡Qué bueyes somos los católicos, qué dormidos, qué poco inquietos por la solidaridad social! ¡Todo son dificultades, tropiezos, escándalos! Los protestantes, en cambio, son los únicos en Chile que se han preocupado de este problema y el Ejército de Salvación tiene hospederías para los pobres. Hace unos días no más, ellos hicieron una colecta pública para seguir ayudando a los indigentes. ¡Qué vergüenza para nosotros!  Una persona me escribió a raíz de ese hecho haciéndome ve cómo los protestantes nos pedían - ¡a nosotros los católicos! - para los pobres que ellos cuidan porque nosotros los hemos olvidado” (Ver El Padre Hurtado. Alejandro Magnet p.199. Editorial Los Andes. Santiago 2003)
Tal fue la convicción del padre y la impresión de las señoras, que allí mismo juntaron las primeras limosnas  y meses después nació la obra del HOGAR DE CRISTO para atender a los niños y adultos de la calle.  La obra era de Dios y se convirtió en árbol frondoso, atendiendo a múltiples formas de indigencia, de enfermedad  y de necesidad.  Hoy atiende  a 73.000 personas al día en 46 centros en Chile y tiene 600.000 socios colaboradores que permiten un presupuesto de 87 millones de dólares al año. Así mismo, la Iglesia Católica chilena en las décadas siguientes desarrolló una labor social extraordinaria guiada por la doctrina social de la Iglesia y animada por la levadura del Evangelio.
De manera similar, diez años después en nuestro país  nació la obra prodigiosa de Fe y Alegría del encuentro de unos jóvenes católicos universitarios con los niños carentes de escuela en un barrio pobre de Caracas. Hoy Fe y Alegría atiende a millón y medio de educandos en 18 países. Es la fuerza del Espíritu de Jesús que en este mundo concreto nos interpela en los rostros de los más necesitados y nos solidariza con ellos..
Pero no se trata sólo de aliviar necesidades, sino de transformar la sociedad y ello requiere una preparación universitaria dotada de cabeza, de corazón y de manos para actuar. Ustedes estudian las mismas carreras que otros, pero la Universidad Católica cultiva la sabiduría que acerca los saberes a la vida de los necesitados y alienta las alianzas entre el mundo profesional y el mundo de los más necesitados. Esto no ha pasado de moda. Hoy más que nunca Venezuela nos lo reclama. Para ello la Universidad Católica muy decididamente en todos nuestros países tiene que fomentar de manera sistemática y organizada este encuentro vital de formadores y formandos con los rostros concretos de los excluidos como esa noche se encontró y fue interpelado el P. Hurtado  por el hombre con fiebre y necesitado de alojamiento.
Educadores, yo los felicito porque salen con preparación, ilusión y compromiso a este mundo que pide a gritos una transformación, en un país con abundantes recursos materiales pero requiere millones de cabezas, corazones y manos para transformar la exclusión y la pobreza en esperanza y vida.
Que Dios los bendiga en la nueva etapa que emprenden hoy.
Luis Ugalde, s.j.
Universidad Cecilio Acosta Maracaibo, 4 de mayo de 2012

jueves, 16 de abril de 2009

Fe y café

A todos los venezolanos
Andrés Bravo
Capellán de la UNICA


¿Cómo quedar indiferente ante una realidad social que continuamente nos interpela, y cada vez con mayor fuerza? Es como si mi casa se estuviera cayendo y me saliera para salvarme egoístamente sin importarme mi familia. Ciertamente, nuestra Patria se derrumba y, aunque nos hagamos los tontos, siempre caerá sobre nuestras cabezas sus escombros. Responder oportunamente, con la urgencia debida, responsabilidad y competencia, es el llamado a todos los venezolanos.
Sin miedo. Crear temor es el arma propia de un opresor atemorizado. Esta es nuestra primera lucha: vencer el miedo. Recuerden que fue Nerón quien prendió fuego la ciudad de Roma y acusó a los cristianos del hecho. Es la manera más cobarde de eliminar la fuerza liberadora del pueblo. Acusar, perseguir, criminalizar para descalificar. Cuando nació Jesús los pobres se alegraron porque se acercaba su liberación, recibieron con alegría la buena noticia. Sin embargo, Herodes templó con todo su poder. El niño nacido en Belén llenó de temor al opresor, su régimen se vio amenazado. El amanecer estaba llegando para el pueblo. El temor del mandatario le llevó a asesinar niños, con la pretensión de eliminar a Jesús. Más tarde le crucificaron, pero nosotros tenemos seguridad que resucitó y venció. Esta es la fe que nos mueva a vencer el mal a fuerza de bien, como dice San Pablo. No hay dudas, los jóvenes venezolanos y el pueblo con ellos son perseguidos y calumniados por causa de la liberación de nuestra Patria. Llegó el momento de alzar las cabezas porque está próxima nuestra liberación. Ni Nerón ni Herodes construyeron nada, fueron derrotados. Las causas de la muerte mueren, es la causa por la vida digna la que siempre ha triunfado, como lo sentenciaba Gandhi.
No podemos vencer sin solidaridad. La solidaridad es el arma propia de un pueblo liberador. Parafraseando las sencillas pero sabias palabras de Mons. Leonidas Proaño (1910-1989) Obispo de Riobamba (Ecuador), cuando un pobre se une con otro pobre, y entre sí unen sus anhelos de lucha, todo es posible. La solidaridad es reconocer que somos valiosos, pero eso me lleva a vivir mis valores con los otros. Es reconocer que los demás son también valiosos y necesito de sus valores para construir unidos una sociedad justa y libre. La solidaridad me exige además dejar a un lado mis intereses individuales o de mi grupo. Por encima de cualquier ideología o partido, está el ser humano. Esto nos lleva, a su vez, a una organizarnos efectiva, que incluya a todos.
En este punto la Iglesia en Venezuela nos ilumina con un maravilloso documento del Concilio Plenario titulado: “La Contribución de la Iglesia a la gestión de una nueva sociedad”. Aquí nos ofrece una sencilla reflexión sobre nuestra tarea actual, ante la situación de opresión que vive nuestra gente. Para Ella, el amor “es el alma de la solidaridad y de toda acción de servicio a la fraternidad, la justicia y la paz”. Este amor predicado por Jesús y por su Iglesia, se expresa concretamente en la lucha solidaria por la liberación. Es hora, pues, de “volcarse con la fuerza del amor a una intensa y eficaz acción transformadora de la sociedad, saliendo de círculos cerrados”. Es aquí donde la Iglesia toma partido, no por ideología alguna, sino a favor preferencial por los más pobres, que son los que más sufren la fuerza maligna de la opresión del régimen. Se trata de tener una actitud firme y valiente de solidaridad con los que más sufren, por los marginados.
Pero, a la hora de plantearnos con seriedad la construcción de una nueva sociedad para todos y cada uno de los venezolanos, que no fabrique marginados ni nos lleve a la perdida de la libertad, debemos “tener claro que todo lo que se plantea como objetivo o ideal de sociedad debe ser viable, aunque sea difícil lograrlo”. Además, se nos exige “buscar pistas propias, con cierta originalidad, rechazando la mera imitación”. Ni el modelo capitalista liberal ni el socialismo marxista, nos han proporcionado una verdadera y humana alternativa. Ni la mezcla de ellos o tercera opción, como la quieren llamar. Lo importante es que Venezuela sea habitable para la vida digna del ser humano. Donde podamos existir en condiciones de vida más humana. Donde el trabajo sea un medio de crecimiento cualitativo que nos realice como persona y corresponda a la vocación de cada uno. En esta nueva sociedad no nos debe obligar la necesidad, nos debe mover el bien común. “Esto explica, enseña el referido documento eclesial, el por qué la mera acumulación de bienes y servicios no basta para obtener la auténtica felicidad, sino que es un elemento que se debe integrar en el crecimiento espiritual, personal y social de los seres humanos. Por tanto, el orden económico y la actividad política deben estar orientados a asegurar y promover la dignidad y felicidad de toda la humanidad, según el principio, ya enunciado, de que la economía debe estar al servicio del hombre y de todos los hombres”.